En Escocia, patria del golf, aseguran que los campos para practicarlo tienen dieciocho hoyos porque ese es el número de vasos que se llenan con una botella de whisky.
Lo mismo se podría decir de un buen vino de Rioja, donde el binomio que componen el golf y el enoturismo resulta cada vez más tentador… aunque en este caso, la proporción de copas se reduce, como es natural.
En el norte de España, sin afrontar grandes desplazamientos, los aficionados a este deporte tienen a su disposición joyas como el complejo Izki Golf Club, diseñado por Severiano Ballesteros, los campos de Rioja Alta Golf Club en Cirueña y Club de Campo Sojuela o el complejo golfístico de Logroño, ubicado junto al parque natural de La Grajera, el lugar donde el peregrino se despide de la ciudad camino de Santiago de Compostela.
En otros lugares, es el paisaje de la viña el que se apodera del relieve al límite del green, confirmación y prólogo de un fin de jornada que acabará de la mejor manera, entre copas, risas y fogones.
Porque la gastronomía riojana y alavesa se benefician de un producto de proximidad, de alta calidad, que garantiza el maridaje perfecto de una jornada deportiva con el placer de la cocina.
Si Logroño fue premiada en 2019 como “Destino de Golf por descubrir” por la Asociación Internacional de Redactores de Viajes de Golf, por algo será. Sigamos, pues, su ejemplo. Algunos ya han llegado a la conclusión de que si los inventores del golf se conforman con el whisky, es porque no tienen buenos vinos.