Cultural
Escultura de Alfonso X El Sabio

Desde antes de su fundación, la capital de La Rioja ha sido un lugar de paso donde la historia se ha detenido en más de una ocasión.

Hay un Logroño anterior a Logroño. Antes de que la ciudad que todos conocemos existiera en lo que hoy es Logroño, se encontraba Vareia.

Situada en una ubicación de gran atractivo, sobre todo por la proximidad del río Ebro -navegable por aquel entonces-, los romanos se instalaron en esta vieja urbe hasta la llegada de los visigodos en el siglo V dC. Un siglo después, en el año 574, el rey Leovigildo se encargaría de arrasar la zona, frenando en seco el desarrollo de la vida urbana.

En el 711 llegan los musulmanes y, tras ser frenados en la batalla de Covadonga (722), da inicio el conflicto de más de ocho siglos al cual solemos llamar ‘Reconquista’.

Uno de los momentos más famosos de esta guerra interreligiosa se da en La Rioja, concretamente en el municipio de Clavijo, donde cuentan que el apóstol Santiago -muerto 800 años antes- se apareció para ayudar a las tropas cristianas.

Aún siendo más que dudoso que esta batalla divina se produjera jamás, la supuesta ayuda del santo fomentó aún más la adoración por este, cuyos restos se encontraban según la tradición en Compostela.

Es por aquellos años que se inician una serie de peregrinaciones masivas que, con el tiempo, pasarán a ser lo que hoy conocemos como el Camino de Santiago.

A Logroño, una pequeña villa sin demasiada importancia por aquel entonces, le tocó estar en medio de esta ruta sacra. Ese fue el principal motivo de su crecimiento y de que, en el 926, apareciera por primera vez un documento escrito donde se menciona el término “Locrunio”.

La segunda cita de la ciudad con la historia se produce en 1092, con un salvaje ataque por parte de Rodrigo Díaz de Vivar en su particular guerra contra García Ordoñez, conde de Nájera.

Tres años después, las heridas causadas por El Cid en la población se verían compensadas con la concesión del fuero por parte del rey Alfonso VI de Castilla. Con este honor real, en 1095, Logroño pasa a ser una localidad independiente, con derechos propios.

Su condición fronteriza, entre los reinos de Castilla y Navarra, le ayudará también a cobrar importancia, obteniendo la categoría de ciudad en 1431 por parte de Juan II de Castilla, quien, en 1444, le concedería los títulos de “noble” y “leal”. En los años siguientes, estos apellidos ganarán peso con la añadidura del adverbio “muy”, que la nueva ciudad hizo valer con su fiera resistencia en 1521. Fiestas de San Bernabé de Logroño.

Recreación del asedio a la ciudad.

Fiestas de San Bernabé. Recreación del asedio a la ciudad.

Este fue, sin lugar a duda, el momento cumbre de la historia de Logroño, cuando, asediada por tropas francesas y navarras, la urbe consiguió resistir, manteniéndose fiel al emperador Carlos V.

Para saber más sobre este acontecimiento conviene leer este artículo, publicado en la web Visita Logroño con motivo del quinto centenario del sitio franco-navarro.

Otra fecha destacable la encontramos en 1610, cuando en Logroño se celebró el auto de fe que acabaría con la condena a muerte de 11 personas acusadas de brujería.

Así culminó el trágico episodio de las supuestas brujas de Zugarramurdi, una de las páginas más negras de la historia de la ciudad.

Pero no todo son tragedias. El proceso inquisitorial que se celebró en Logroño supuso el fin de la quema de “brujas” en España.

Su brutalidad excesiva dio al sacerdote Alonso de Salazar la excusa perfecta para redactar un informe donde se encargaba de desmontar los argumentos que habían llevado a la hoguera a tantas personas inocentes.

De ese momento en adelante, y mientras en toda Europa el oscurantismo eclesiástico condenaba a miles de personas, sobre todo mujeres, sin argumento alguno, este tipo de barbarie cesó en nuestro lado de los Pirineos.

Años después, en 1822, nació la Provincia de Logroño, nombre oficial de lo que hoy conocemos como La Rioja. Eran los tiempos del trienio liberal, un periodo que, como su nombre indica, no duraría mucho.

El retorno del absolutismo, en 1823, se encargaría de poner freno a todas las reformas liberales, que solo serían retomadas -en parte- con la muerte de Fernando VII, diez años después.

Pero la semilla liberal germinó con fuerza en La Rioja, tierra que acogió a grandes nombres del siglo XIX español, como Práxedes Mateo Sagasta, Martín Zurbano o el General Espartero, quién fijó su residencia en Logroño durante gran parte de su vida.

En 1982, con la llegada del estado de las autonomías, Logroño se convertiría en la capital de la comunidad autónoma de La Rioja. Lo que desde entonces sucedió deja de ser historia, para convertirse en presente.

Foto: Escultura conmemorativa del milenario de la otorgación del Fuero a Logroño por el rey Alfonso VI de Castilla en 1095.