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Orilla del Ebro a su paso por Logroño

La ciudad de Logroño toma la delantera en su compromiso con el medio ambiente y la sostenibilidad adhiriéndose al Acuerdo de la Ciudad verde europeo. No le faltan excusas, ya que su extensa red de parques y zonas protegidas le regalan a la ciudad infinitas opciones para disfrutar de la naturaleza y respirar sin miedo.

La fundadora del Partido de los verdes alemán dijo en los años 80, con ánimo de provocar, que “todo el mundo quiere volver a la naturaleza, si no tiene que andar”. El tiempo y las circunstancias han cambiado esta forma de ver las cosas y raro es el que ahora no se plantea el contacto con la naturaleza, el deporte al aire libre y la sostenibilidad como una necesidad.

Mejorar el medio ambiente de las ciudades es un reto fundamental si se tiene en cuenta que el 70% de los que vivimos en Europa lo hacemos en áreas urbanas.

Logroño es consciente de ello y por eso se ha convertido en la primera ciudad española en suscribir el Green City Accord, el Acuerdo de la Ciudad Verde, una iniciativa de la Comisión Europea para conseguir una mejor calidad de vida a través de entornos más limpios y saludables. De momento acompañan a la capital de La Rioja una ciudad italiana y otra noruega.

Finlandia y Grecia aportan dos más por cabeza, frente a las seis de Portugal.

El acuerdo ha fijado el año 2030 como horizonte para ir realizando mejoras tales como la recuperación o creación de nuevos espacios verdes, pero no nos hace falta esperar tanto tiempo si queremos disfrutar desde ahora mismo de un Logroño teñido de verde.

Puede que el viajero despistado que llega por primera vez en tren a la ciudad se deje engañar por la primera impresión, pero aquel que deja su coche en el aparcamiento público que hay junto a la calle del Norte, y aún más el que lo hace en la de San Gregorio, no puede dejar de percibir la refrescante presencia del Ebro y el entorno natural felizmente recuperado para el ciudadano.

Sin solución de continuidad, el ondulante Parque del Ebro llega hasta el Parque de la Ribera gracias al Paseo de la Florida, siempre a la vera del agua, perfilando aquel meandro del río que, bajo la atenta mirada del Monte Cantabria, se convirtió en la década de los noventa en espacio lúdico natural.

Parece que Logroño se empeña en poner en cada una de las esquinas del mapa una excusa para disfrutar del paisaje, los prados y las arboledas. Así, si tomamos dirección sur desde la Ribera, tendremos la oportunidad de explorar el Parque del río Iregua, sin salir ni un solo momento del entorno verde.

Bueno, verde es un decir, porque las arboledas de estos lugares despliegan un arcoíris de colores cambiantes con el paso de las estaciones.

Bien distinto es el panorama que se nos plantea si nos movemos hacia el suroeste de la ciudad, donde se ubica el parque y pantano de la Grajera.

La ultima visión que tiene de Logroño el peregrino que viaja hacia Santiago tras visitar la ciudad es la de un ecosistema de laguna a la sombra de pinos y álamos, revalorizado trabajosamente para alegría de aves migratorias y aficionados a la ornitología.

Tomando un pequeño desvío que le permitirá descubrir las lomas de un campo de golf, es posible subir a lo alto del Monte de La Pila, con una visión de 360º sobre la región, casi en el límite con Lardero.

Cierra el círculo verde de la ciudad por el noroeste la Vía Verde de El Cortijo, uno de aquellos trazados ferroviarios reconvertidos hoy en senda para paseantes y ciclistas, y con el añadido de contar con cuatro Espacios Naturales Protegidos a lo largo del recorrido.

Hasta el año 2002 pasaba por aquí el tren de Castejón a Bilbao; ahora lo transitan caminantes de cualquier edad y los pájaros que sobrevuelan los miradores de El Rincón y El Remanso para obtener la mejor perspectiva sobre la Sierra de Cantabria y las inevitables viñas que circundan la ciudad. Y es que por algo estamos en La Rioja.