Gastronómico
Cocineros del restaurante Tondeluna en Logroño

Con estrella o populares, con un planteamiento cosmopolita o centrados en enaltecer la tradición, los restaurantes de Logroño proponen sabores enraizados en el producto de calidad y la cultura del vino. Porque no todo van a ser tapas si lo que apetece es alargar las horas apurando un buen vino durante la sobremesa.

Hablar de restauración en Logroño es un acto tan espontáneo como el comer. Tanta es la cantidad y la calidad de la oferta de la capital riojana.

Y cuando hablamos de restauración con mayúsculas no nos estamos refiriendo a aquel período histórico comprendido entre 1875 y 1923, en el que destacó el político Práxedes Mateo Sagasta por sus habilidades retóricas y cuyo nombre lleva un instituto de educación secundaria de Logroño – el edificio original se está convirtiendo en un equipamiento cultural de primer orden en pleno centro –, si no que nos referimos al noble arte de la mesa y el mantel.

Disculpen la broma, pero lo cierto es que la palabra cultura tiene muchas acepciones en la ciudad, y una de las más reconocidas y reconocibles se centra precisamente en sus fogones.

Pero hay que tomar precauciones para que no nos suceda como dice el dicho: que el árbol no nos oculte el bosque, ya que la bien merecida fama que cosecha desde siempre Logroño por la oferta de pincho y tapeo puede tener el efecto secundario de difuminar el perfil de sus restaurantes, tan apetecibles una vez se ha despertado el hambre con el aperitivo.

Clasificarlos al modo de una guía es fácil, pero como sucede tantas veces con las etiquetas, estas se quedan pequeñas a la hora de describir la experiencia que se vivirá tras cruzar el umbral de cada establecimiento. Sin embargo, una somera clasificación nos vale para orientarnos en medio de la selva de tenedores.

Porque en Logroño hay restaurantes de cuchara en ristre, donde la tradición y un buen plato de caparrones es lo mínimo que se espera llegue a la mesa para reparar cuerpo y espíritu; también encontramos establecimientos donde el toque contemporáneo busca sorprender al comensal; y, finalmente, aún nos queda la bodega que quiso ser restaurante y que acabó teniendo un pie en cada mundo.

Entre los primeros, agazapado entre las barras de pinchos de la calle Laurel, encontramos locales que abren sus puertas cada día desde el siglo pasado, como es el caso del Cachetero. Tras los cristales esmerilados de la entrada se han sentado Ernest Hemingway, Anthony Quinn, Miguel Delibes o varios miembros de la Casa Real.

Los muchos autógrafos enmarcados que cuelgan de las paredes lo atestiguan, pero aquí no se viene sólo a rememorar las glorias del pasado, sino a paladear el toque innovador del presente en los platos de siempre. Y es ahí donde se evidencia que las etiquetas se las lleva al viento.

Kiro Sushi

Kiro Sushi.

Este sería el caso de José Luis Vicente Gómez en el citado Cachetero, pero también de José Félix Rodríguez de La Galería o Ramón Piñeiro en La Cocina de Ramón, sin olvidar a Joaquín Aragón del restaurante La Quisquillosa, Aitor Esnal y su espacio Wine Fandango y Carlos Martínez en el Iruña.

Todos ofrecen múltiples interpretaciones de una misma partitura, compuesta con la intención de ensalzar el producto de proximidad y valorizar la gastronomía de la tierra, si bien cada uno desde su particular manera de moldear – más que cocinar – sus platos.

La elección entre tantos mesones y asadores es siempre complicada, aunque en el caso de la capital riojana la garantía de acierto se da por descontada escojamos lo que escojamos.

Pero por aquello del prestigio que aporta el brillo de la estrella Michelin, no podemos dejar de recordar que en Logroño también encontraremos dos establecimientos instalados sólidamente en el firmamento culinario.

Por un lado, el Íkaro, donde los cocineros Iñaki Murúa y Carolina Sánchez exhiben todo lo que aprendió el primero en el Azurmendi de Larrabetzu, la segunda en el Central de Lima y en el Celler de Can Roca de Girona, y ambos, en el muy reputado Basque Culinary Center.

De su cocina de fusión vasco – riojano – ecuatoriana surgen platos tan excelsos como el cardo a la carbonara con tuétano vegetal encurtido. Y sin dejar el argumento exótico, el otro local logroñés distinguido por la guía francesa es el Kiro Sushi, nombre que nos informa de que esta estrella va a ser de Oriente.

En efecto, esta es una barra de comida japonesa con espacio para tan sólo diez comensales, sobre la que pone orden e impecables niguiri el cocinero Félix Jiménez. La crítica lo distingue como uno de los mejores restaurantes nipones de toda España.

Puede que no lo hayamos citado hasta ahora, pero en Logroño se da por descontado que todo plato se degusta mejor acompañado de su vino. ¿Y dónde mejor para hacerlo que directamente dentro de una bodega? Sin salir de los límites del municipio se ubican hasta ocho bodegas, dos de las cuales fáciles de alcanzar relajadamente dando un paseo a pie.

Es el caso de las históricas Franco – Españolas y de Viña Ijalba, mientras que al resto se encuentra a tan sólo a diez minutos en coche e, incluso, en casos como el de las Bodegas Olarra, se puede acceder de forma muy conveniente en autobús urbano.

Allí es posible celebrar eventos especiales o encuentros de amigos y parientes cómodamente instalados entre barricas o en salones dispuestos para la ocasión. En lugares así, la palabra “maridaje”, tan socorrida en otras circunstancias, cobra todo el sentido.

Porque la buena mesa en Logroño se disfruta, precisamente, no con uno, sino con cinco sentidos. Y con toda garantía, además: recordemos que la restauración riojana fue la primera zona gastronómica del país en obtener el sello Hostelería Segura tras el confinamiento consecuencia de la pandemia, gracias a la formación recibida por los profesionales del sector.

Sabor, calidad y servicio… ¿qué más se puede pedir?

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